viernes, 1 de mayo de 2009

Lo que más asusta de los nacionalismos es su simplicidad.

3 comentarios:

  1. De hecho, hay que ser muy simple para ser nacionalista.
    Si nuestra vida se ve enriquecida con lo foráneo ¿por qué rechazarlo?. La mezcla enriquece, mejora la especie y mantiene viva la creatividad. Alimentos tan nuestros como la patata y el tomate fueron en su momento manjares de otras tierras, ¿hemos perdido nuestra identidad por integrarlos en el "Recetario del Reino"?
    Y ¿qué me dicen del arroz?, ¿existiría la paella valenciana sin ese pequeño cereal originario de Asia e introducido en "nuestras tierras" por los árabes?.
    ¿Hasta dónde hay que retroceder para que todo sea genuinamente autóctono?
    Pues eso.

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  2. Obsesionados por el tema de la identidad, algunos humanos tienen la peligrosa costumbre de buscarla a través de grupos de carácter étnico y religioso, que cuando son lo suficientemente numerosos suelen ser proclives a la infamia colectiva.

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  3. En realidad, lo mejor es recurrir a la historia porque los nacionalismos suelen construirse a partir de un mito. Si en cambio buscamos en la historia rigurosa, caen esos mitos y sabemos de dónde venimos y lo que hemos hecho. Por ejemplo, en la guerra civil no se enfrentó catalunya contra españa, sino que la burguesía catalana apoyó mayoritariamente a franco, fue una guerra de clases. Otro ejemplo: la identidad de España se construye sobre el genocidio, la expulsión (de judíos y moriscos), el exterminio (indio) y la represión religiosa y la caza de brujas. Los españoles se lanzaban hacia la muerte y el suicidio colectivo, ya que a diferencia de Inglaterra o Alemania, no supieron retener ni riquezas ni poder (sólo la lengua y la literatura!)

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